domingo, 17 de enero de 2010

ciclotimia

Me siento bien, el aire es cálido.
Angeline está fumando y Juliette come pasteles con crema, cada una en sus propios mundos. Tranquilo y calmo, sin tensión. Hay veces que podemos convivir así, en silencio. Los humos de Angeline no me molestan, son una cuestión menor de ella. Juliette hace algo tan simple como comer pasteles de crema, algo tan inocente como todo lo que hace, pero no es un acto que al contemplarlo te dé lástima. Come con las dos manos muy cerca de su boca, como un ratoncito y, de a pequeños mordiscos, va como "royendo" la comida. Tiene miedo, como yo, como Angeline, de que no pueda terminar de hacer lo que hace: estar en paz durante un largo rato. Por eso mira para los dos lados nerviosa y hace ruido al masticar.
Angeline la mira de reojo y su pie comienza a hacer movimientos involuntarios de subida y bajada. Claramente se está poniendo nerviosa de verla comer así -el ambiente se pone denso y a mí ya me dan ganas de irme a otra parte-, pero no puedo. No puedo dejar que Angeline se moleste porque Juliette come de una forma que a ella no le gusta. Es intolerante con los demás. Y Juliette no sabe defenderse de una abusona de tal calibre. Me quedo cual espectador viendo en qué momento entrar en la disputa que todavía no comenzó pero que, como profecía, está por suceder. Suspiros y bufidos de Angeline. Juliette se da cuenta de que se está enojando e intenta terminar de comer antes de que se canse. La mira de reojo y baja los ojos como perro manso.

...

Angeline abofetea a Juliette, y a su vez aparece en su propia mejilla una marca roja donde se ven los cinco dedos definidos. Y mi cara afiebrada también. Y Juliette empieza a gimotear, acurrucándose, a la vez que la imito ocultándome bajo la mesa. Angeline desaparece, se esfuma y deja a una Juliette estupefacta, contemplando manchas en el piso, líquidos extraños y babosos, restos inertes. Juliette escucha ruidos. Presa del miedo no puede hacer nada, salvo abrir los ojos grandes y hacer una mueca de grito ahogado. Ahí es cuando yo la llamo "¡Angeline, Angeline! ¡Necesitamos que vuelvas! ¡Nos quieren hacer daño!" En la primera vez, que Angeline fue un ángel, acude ante el llamado. Está más iracunda que nunca. Nadie nos va a hacer daño a nosotras. Nunca. No piensa y golpea embiste empuja pega... Nos toma de la mano a ambas y las tres corremos hacia algún lugar.
Porque Angeline, Juliette y yo somos la santa trinidad que vive en mí, yo soy una siendo tres. Yo soy yo si está Juliette para sentirse como me sentí ese día debajo de la mesa. Y también soy yo si soy Angeline que aborrece no hacer podido ser antes ella misma y poder defender a Juliette como después lo hizo. Liberándose sin pensar nada, golpear embestir empujar. Hasta tener que agarrarnos a las dos del brazo y echarnos a correr.

2 comentarios:

  1. hola lu-la, creo que no coincidimos en nuestras vacaciones ciberneticas, pero bueno.

    en cuenta al texto, me pareció muy sincero como expresaste esas tantas personalidades que todos tenemos dentro.
    Es muy interesante que hay una de esas tres que sos vos, que esta espectante de las otras dos que encarnan miedo superacion y mas.

    un abrazo señorita
    nacho

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  2. tranquila que todos guardamos en el fonde del alma múltiples personalidades
    lo esencial es saber interpretar casa cual y que actúen en consecuencia.

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