lunes, 12 de octubre de 2009

bienvenidos a la cordura.


Algunas noches me encierro en la humedad blanca. Las gotas chorrean por la pared. Rompo un espejo y me siento una súper mujer.
Algunas noches necesito que me lean Capurecita Roja para poder dormir sabiendo quien es el lobo. Algunas noches nunca supe cuantas estrellas había en el cielo, y cerrando los ojos esperaba que me llevara la marea. Otras hubiera deseado que nunca terminen, la mujer murciélago, la mujer maravilla, ricitos de oro, el lobo, una escalera , un sótano, mis opuestos, mi corazón, un pulmón que llora, mis sensaciones sensoriales y mi razón. Todos bailan y se divierten en mi cabeza... ¿esa es la cordura?
Siguen chorreando gotas por la pared, ya están mojando el piso. Gracias a Dios que hay una pileta para apoyarse. No tiene agua (qué bajón). No la necesito.
Rompo un espejo en el que solía mirarme y prometerme tantas cosas. No soporto a ese espejo, me cae verdaderamente mal. De hecho nos peleamos porque él me hace ver una realidad que es un asco y no es la que yo veo, entonces le pegué una piña por mal amigo, por no querer ayudarme.
Miles de pedacitos de su glamour cayeron por la pileta. (Rompí el espejo, siete años de mala suerte). Me reí y me sangró un labio. Me dolió. Me puse a llorar y vino mi amiga que es como un ángel. La adoro, es la única que está de mi lado y a mi lado. Me hizo sentir que todo estaba mejor de lo que pensaba. Sabe cómo llegar a mi cabeza, es la psicóloga, tu vieja, tu mejor amiga, y tu enemiga. Me contuvo y se quedó conmigo (un laaargo rato).
Miré la pileta y me apoyé en ella. No estaba tan sucia como la había visto, qué exagerada que soy (pensé). Empecé a juntar los pedacitos del espejo que había roto. Me miré en un pedazo de espejo grande. Noté mis ojos más brillantes. Sonreí y tiré el espejo. Sólo de a fragmentos tengo los ojos brillantes. Sequé el piso. La inundación de agua que caía por la pared ya había sido contenida (y jajaja reí). Y no sentí sangre en mi labio.
Miré todo a mi alrededor. Ya está todo en orden. De nuevo. Mucho mejor. Otra vez. Ni me pinté, para qué, no tenía espejo. Me vestí y salí a vivir. Supe quién era el lobo y yo era la mujer maravilla. Supe dónde estaba el sótano, tan debajo de mí , y yo tan al tope de esa escalera.

Sólo de a fragmentos me brillan los ojos. Sólo camino en zancos aprendiendo el valor del equilibrio mínimo.

(bienvenidos a la cordura)

viernes, 2 de octubre de 2009

anestesiame.

La seducción comparte su origen con el arte y el juego; nacen como un acto simbólico y ritual y, posteriormente, pierden su cualidad única y su valor.
Definimos seducción como un juego de apariencia y encantos “que extrae significado y lo merma de su verdad” a diferencia de la interpretación, que busca profundizar y descubrir una verdad oculta.
Consideremos la revolución industrial como un punto de inflexión en la evolución de la seducción, donde lo que realmente gana importancia es la producción que se expresa en una mecanización, una búsqueda de la funcionalidad (cambio de paradigma, ya no es él ¿Por qué? sino el ¿Cómo? y ¿Cuántos?); una monstruosidad productiva y una sobrecarga de estímulos, que viene a eclipsar a la seducción (incluso desde su raíz latina 'seducere' significa apartarse del camino, ocultarse; y 'producere' hacer visible). La producción lo construye todo a plena vista, volviendo lo ‘real’ en algo obsceno y obvio que carece de significado. Como ejemplo claro tenemos la pornografía: sexo como función, seducción como añadido (siendo que en su origen la situación era inversa).
La seducción ha sido reducida a una estrategia, una herramienta de publicidad, que se incorpora a la lluvia de estímulos generando una lubricación social. Es parte de un negocio que busca manipularnos. Reflejo de esto es lo que sucede en las Vegas, la ciudad de las luces brillantes, los cócteles exóticos y el bombardeo sensitivo, un lugar de encuentros banales entre forma y forma, un caleidoscopio visual y auditivo que termina por desensibilizar el sistema nervioso, dejándonos en un estado de fascinación, inertes e incapaces de distinguir una cosa de la otra… anestesiados.