martes, 22 de diciembre de 2009

suite punta del oeste.

En un flash que tuve viajaba a la tarde en el tren (¡maldito Sarmiento!), pasaba la formación por los talleres de Haedo. Para los que no conocen el oeste, entre la estación de Haedo y la de Morón hay un enorme descampado (para políticos y burócratas, futura terminal de colectivos y blah blah blah) que si uno lo cruza todo, vías incluídas, llega a los talleres donde arreglan los trenes o simplemente los llevan a morir, porque hay cadáveres de vagones por todos lados y los mismos 4 trenes a los cuales les dan una chapa y pintura para que los usuarios digamos "Bueh, por lo menos hacen algo con nuestra plata" entre otras frases célebres y puteadas al mejor estilo criollo. Es una breve descripción de una mancha de vegetación entre tanto cemento, con formaciones descarnadas, vías que no llevan a ningún lado funcional... simplemente hermoso.
Lo que vi sólo lo podrían reproducir en un fragmento de película. Los ojos captan las mejores tomas de todas, porque no sólo contemplan todo sino que lo interpretan al mismo tiempo. Entre y desde el pasto de los talleres volaban un montón de pájaros libres de ir para dónde querían; pero no era ese el punto, sino la sensación armoniosa de sus máquinas de vuelo moviendo los engranajes de las alas en perfecta comunión con el aire. Esa sensación armoniosa es lo que me falta. Le falta armonía a mi vida, que empieza a sonar por sí sola y lo hace bastante mal. Ruidos, notas discordantes... no se cómo explicarlo porque ya estoy perdiendo el oído y no puedo distinguir la melodía que me identifica, que me hace seguir, seguirla a la izquierda o doblando a la derecha. Derecha e izquierda no me sugieren nada y últimamente me está siendo indistinto el asunto de elegir una u otra.
No soy el pilar que te levanta, aunque simpre trate de serlo. Ni siquiera puedo levantarme yo por mis propios medios y pretendo ser los superhéoes de nuestras Ciudades Góticas. Mi compañero, mi lágrima inconsciente, no me sueltes la mano. Mi vida corre amenaza de derrumbe y ya no puedo maquillarlo más, actuarlo, satirizarla o incluso reírme de ella. No distingo espejos, especulo, especulo... y me la llevo a marzo. ¡Me la sigo llevando a marzo!
No me sueltes la mano, acariciame como lo hacés siempre... yo también quiero confiar en vos, ¡yo también quiero tener fe! Dos locos hacen locuras ¡y que amplio es hablar del tema! locuras loables y locuras incalculables. Torpemente sale mi relato de hoy, porque más que un relato son pensamientos y deseos apenas unidos con conectores.
El miedo de despegar, de alzar vuelo y mirar para abajo... y que tu gorra de galesito se vaya haciendo más pequeña. El miedo de que no vueles nunca. El miedo de que vueles para otro lado. El maldito miedo... pero reíte de mis miedos y no me sueltes la mano.
Mi compañero, sí que te conozco. ¿Una métafora? chispa, pólvora y mecha. ¿Una metáfora mía? agua, tierra, viento. Así equilibramos la balanza aunque no por eso es balanceable.
Sólo yo sé lo que veo cuando te miro a los ojos. Sólo yo sé lo que siento cuando leo tus ojos. Sólo yo sonreí esa tarde en el tren, en un flash a través de Haedo cuando vi dos pájaros volando juntos en perfecta armonía.

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